Festividad a Nuestra Señora de la Soledad que le ofrecen «les camareres»
En los inicios la imagen de Nuestra Señora de la Soledad estuvo ligada a la Cofradía de la “Preciosisima Sanch de Nostre Senyor Deu Jesuchrist”, instaurada en Nules ya bien entrada la segunda mitad del siglo XVI, y cuya fiesta se instituyó en nuestra villa el 18 de noviembre del año 1601.
En un principio las únicas celebraciones que sufragaba dicha cofradía eran las de la Sangre y la de San Vicente Ferrer, cuyas imágenes se custodiaban en la iglesia de la Sangre. Con el paso de los años la cofradía asumió, como propias, otras celebraciones de las que, con anterioridad, se habían hecho cargo otras cofradías o particulares. Tal es el caso de la procesión del día de Pascua y de la procesión que se celebraba el domingo siguiente al día de Pascua. Es de destacar que la imagen que se procesionaba en dichas ocasiones era la de Nuestra Señora del Rosario.
El primer año en que nos aparece documentado que la Cofradía de la Sangre sufraga la procesión del domingo de Pascua data del año 1623, y la primera vez que aparece documentada la imagen de Nuestra Señora de la Soledad es en el año 1627; en el citado año, en la anotación correspondiente a la Octava de Resurrección o “Dominica in albis” se deja constancia: «dumenge a 20 [ abril ] se ha fet proseso tornant la Soledad a la Sanch, per conte dels confrares de la Sanch».
A partir del mencionado año de 1627, la cofradía de la Sangre será, de forma continuada, la encargada de las celebraciones del domingo de Resurrección y su Octava, con una única excepción: en el periodo que abarca del año 1656 hasta el año 1669, en que la “Octava de Pascua”, fue sufragada por “Dorotea Campa, donzella”.
La imagen de la Soledad era de las conocidas como de devanadera, para facilitar los cambios de vestido, pues en la procesión del Viernes Santo se procesionaba vestida de luto y el Domingo de Resurrección la imagen era sacada vestida de blanco para la procesión del Encuentro y, tras permanecer toda la semana en la iglesia Mayor, el domingo siguiente era retornada a la Sangre con el mismo vestido. A lo largo del año la imagen estaba expuesta a la veneración vestida de luto, aunque a veces llevase también un sobrepelliz blanco. Todo ello requería de cuidados especiales, pues había que conservar adecuadamente las vestiduras y cambiarlas según la celebración que fuere. De estas tareas y de mantener la limpieza y el ornato de la capilla de la Sangre, donde se rendía culto a la Soledad, se encargaban mujeres devotas relacionadas con la cofradía. Lo mismo sucedió durante el periodo en que la Soledad tuvo cofradía propia.
Con motivo de la separación de las aguas y la aclamación de la Soledad como Patrona de la Villa, probablemente, el cuidado de la imagen y la capilla lo debían de realizar mujeres por encargo de la Corporación Municipal; la desaparición de la cofradía de la Soledad, debió de influir en este extremo.
No pasaron demasiados años para que a inicios del pasado siglo, la capilla de la Sangre se encontrara en un estado de degradación más que lamentable y es posible que el cuidado de la imagen no fuera el más adecuado; sabemos que en esa época se encargaban de estas tareas dos hermanas que vivían en la calle de Santa Maria, apellidadas Lafuente.
Mosen Trinitari Mariner, sacerdote hijo de Nules se entregó, en esa época, a la tarea de restaurar y recuperar el esplendor del recinto donde se custodiaba y rendía culto a la Patrona de Nules, para ello, además, se preocupó de crear una asociación que garantizase el “cuidado, aseo, conservación y mejoras de la capilla” al tiempo que incentivó e impulsó el culto a Nuestra Señora de la Soledad; Tal fue el fin por el que fundó la “Asociación de Camareras de la Santísima Virgen de la Soledad”. Con este objetivo redactó un Reglamento que, el día 1 de julio de 1909, fue presentado al obispo de Tortosa, Pedro Rocamora, por mosén Juan Bautista Martorell, arcipreste de Nules, quien, al mismo tiempo, solicitó fuese nombrado mosén Trinitari Mariner como director de la Asociación y capellán-custodio de la capilla. El día 10 del mismo mes de julio, el obispo de Tortosa, aprobó tanto el reglamento como el nombramiento de mosen Trinitari; en el acta de aprobación el obispo de Tortosa concedía 50 días de indulgencia a cada nuevo miembro de la asociación, en el momento de su ingreso, y otros 50 días por cada vez que asistiese a sus actos, y concedía, así mismo, autorización para la exposición del Santísimo en cada una de las fiestas solemnes que se celebrasen en la capilla.
En el reglamento, mosen Trinitari, especificaba con todo detalle tanto la finalidad como los medios con que se debía alcanzar el objetivo de servicio a Nuestra Señora.
La asociación estaría formada por mujeres diferenciadas en cuatro rangos: viudas, casadas, solteras mayores de 20 años y solteras menores de 20 años; estas ultimas conocidas como aspirantes. La inscripción en la cofradía podía realizarse desde niñas, sin ningún límite de edad.
Cada año se elegirían por sorteo 24 camareras, 8 por cada uno de los tres primeros rangos, las que se encargarían a lo largo del periodo de un año de mantener el ornato, cuidado y conservación de la capilla. Del lunes de Pascua de Resurrección a la Dominica in Albis, la Asociación celebraría sus fiestas religiosas.
De lunes a sábado la imagen sería custodiada por las camareras de Turno, en turnos de dos. El domingo siguiente al de Pascua tendría lugar la fiestas mayor, con misa solemne y comunión general, por la mañana, y procesión, por la tarde.
El orden de la procesión quedaba regulado de la siguiente manera: abría la cruz parroquial con dos candelabros, seguida por dos filas de hombres, con acha o cirio, y niñas de corta edad, vestidas de blanco, con una palma blanca; cada Camarena de Turno debía de aportar una niña y, al menos, un hombre. Tras ellos debían de ir cuatro estandartes, con la correspondiente alegoría, llevados por cuatro grupos de cinco ángeles; el primer estandarte, de color púrpura con la alegoría a la “Madre de Dios y Reina de los cielos”, el segundo, de color azul, con la alegoría a la “Madre Nuestra”, el tercero de color verde, con la alegoría “Sola Reina y Señora nuestra”, y el cuarto, de color morado, con la alegoría, “Sola Madre y Señora de nuestras familias”; tras estos estandartes once ángeles llevarían un guión púrpura, con la imagen de bulto de Nuestra Señora vestida de blanco. Lo mismo que estaba regulado el color, forma y alegorías de los estandartes y guión, se regulaba también la indumentaria y otros elementos de los ángeles, especificando forma y color de cada uno de ellos. Tras el estandarte desfilaba el cabildo parroquial y tras el la imagen de la Soledad, vestida de blanco, llevadas sus andas por doce portadores. La presidencia religiosa formada por el parroco con capa pluvial y dos presbíteros revestidos de dalmática seguía detrás de la Soledad y, tras ellos la presidencia de de las camareras colocadas en seis hileras de de cuatro por orden de edad y confundidas en cuanto a su estado; cerraba la procesión la banda de música. Es la procesión no asistían autoridades civiles ni militares, como tales.
El tercer día de Pascua de Pentecostés se celebraba la asamblea general de la Asociación. Previamente, en otra reunión, se habían escogido, mediante sorteo de insaculación, las 24 camareras que deberían de asumir el Turno para el siguiente periodo.
La Asamblea General se celebraba en la capilla, convocaba por la tarde, mediante tres toques de campana; el altar estaba preparado como para las grandes solemnidades, pero solo se encendían dos velas. La Asamblea se iniciaba con el rezo del Santo Rosario, por parte del Vice Director, tras lo cual el Director daba lectura a la relación de gastos e ingresos, exponiéndolos por capítulos, y daba la palabra a las asociadas, por si había alguna duda o reclamación y, aprobadas las cuentas se daba por finalizado el año de actuación de las camareras de turno salientes, que por orden de lista, pasaban a entregar la insignia y medalla de su cargo.
Tras ello se iluminaba el altar y, al canto del Ave Maristela, se descubría la imagen de Nuestra Señora de la Soledad y, con la debida reverencia, van subiendo de dos en dos las nuevas camareras de Turno al presbiterio, donde, tras arrodillarse prometían servir a la Soledad, cumpliendo todos los deberes que les imponía el cargo en nombre todas las asociadas, al tiempo que pedían la bendición para sus familias. Una vez realizada la promesa el Director impone a cada camarera la insignia y medalla del cargo, tras lo cual se cubría la santa Imagen con el lienzo mientras se cantaba “Mostra te esse Matrem”.
Las camareras casadas tenían derecho a que se les celebrase la correspondiente misa de Purificación, finalizada la cual y purificada la madre, esta ofrecía a Nuestra Señora a su hijo recién nacido. Así mismo, cada vez que fallecía una asociada se rezaba una misa de difuntos en la capilla.
Se celebraba en la capilla, por cuenta de la Asociación, cada año, en los nueve días anteriores a Carnaval, un solemne novenario de expiación, estando expuesto el Santísimo.
Las camareras eran también las encargadas de construir y ornamentar la “taula” que, el día de “Nostre Senyor”, se instalaba delante de la capilla para colocar sobre la misma la custodia y realizar ante ella de las tres exposiciones y adoración del Santísimo que tenían lugar a lo largo del trayecto procesional.
Mosén Trinitari encargó a un reducido grupo de mujeres, solteras, de profundas convicciones religiosas, gran humildad en su forma de actuar y probado espíritu de servicio, para que, de forma discreta y siempre en un segundo plano, se ocuparan de abrir y cerrar la capilla y del cuidado del ajuar de Nuestra Señora y de vestirla, según requería cada ocasión; a estas mujeres se les conocería como “capelleres”.
La capilla recuperó su pasado esplendor y el culto a Nuestra Señora de la Soledad alcanzó cotas que, años antes, ni el mismo mosen Trinitari quizás hubiera imaginado.
Mosen Trinitari falleció el 23 de noviembre del año 1933, cuando tenía ya todo preparado para la coronación canónica de Nuestra Señora.
Al morir el sacerdote, que en Nules era conocido como “el capellà de la Mare de Déu”, se encargó de seguir sus proyectos mosén Antonio Bertomeu, que hasta entonces había ocupado el cargo de Vice Director de la Asociación.
Si mosén Trinitari había afrontado los trabajos de restaurar la capilla e impulsar el culto y devoción a Nuestra Señora de la Soledad, mosén Antonio, ayudado por algunos seglares, tuvo que asumir la peligrosa tarea de salvaguardar la imagen de la Patrona de Nules, durante la persecución religiosa, y pasar por el doloroso periodo de destrucción y muerte que la contienda fraticida representó para Nules.
Mosén Antonio Bertomeu, fue quien, finalizada la contienda, se encargó de recuperar la capilla y el culto a la Patrona de Nules, en unos años en que la necesidad de reconstruir materialmente la villa no facilitaban para nada la tarea.
Mosén Antonio Bertomeu falleció el 15 de mayo del año 1948, y aunque muchos de sus proyectos para la recuperación material de la capilla quedaron inconclusos, si que logró recuperar el culto a Nuestra Señora, tal como los había instaurado en su día aquel que, cuando ya enfermo, se veía desfallecer, le encomendó que continuase su tarea.
En la actualidad, con algunas variaciones debidas al paso de los años, se trata de conservar y recuperar el espíritu de servicio con que mosen Trinitari reglamentó toda esta serie de tradiciones y ritos para honrar a Nuestra Señora de la Soledad. Según dichas directrices, lo fundamental para pertenecer a la Asociación de Camareras de Nuestra Señora de la Soledad es la devoción y voluntad de servir a Nuestra Señora, especialmente en el año en que se prepara y celebra la fiesta. Para la celebración de la fiesta mosen Trinitario reglamentó hasta el más mínimo detalle la indumentaria de los grupos de Ángeles portadores y acompañantes de los cinco guiones, especificando tipos de tela, forma y color, lo mismo hace al establecer el orden de la procesión; sin embargo respecto a la indumentaria de las camareras solamente especifica que el vestido debe ser de color negro, así mismo indica como única obligación material el aportar un hombre para llevar acha o cirio y una niña vestida de blanco con una palma blanca. Con ello mosen Trinitari eliminaba cualquier traba de carácter económico para que las mujeres de Nules sin ningún tipo de discriminación pudieran ser camareras de la Soledad, pues todos los demás elementos de la fiesta corren a cargo de la Asociación de Camareras.
Las tradiciones religiosas para que puedan transmitirse y perdurar en el tiempo deben conservar el espíritu y la finalidad que las originó y adaptarse a cada época sin desvirtuar su sentido religioso ni convertirlas en una mera excusa para fines profanos.
Vicent Felip Sempere, Cronista de Nules,